Transparencia (fragmento)
El ropero cajita de música
abre la maravilla
El olor conmueve
Ardilla en sus trajes de lino rasco
el borde de la impaciencia
Quién pudiera robarle un vestido
Usar por un momento su cuerpo.
En las medias transparencias
redes que atrapan
El zapato marca
el terreno
Roza una sombra
Sobre un banco de plaza ella
cuenta monedas para los que no tenemos
Cruza las piernas
como una incitación.
La soga
Pobre destino
el de la soga
todos vienen a ahorcarse
y por qué no eligen otra
cosa dice
piensa la pobre
una vía, una bala
un frasco de veneno
pero no
la eligen entre todas
por su virilidad
por lo vertical de su mandato
la eligen digo
al menos en la familia
¿para estar más hermanados?
¿para decir “es cosa de familia”?
¿para dejarnos esta heredad?
mientras tanto ella
la soga claro
en el fondo se retuerce
como una mueca.
De la soga penden
los hombres
las mujeres sólo
recuerdos
colgamos
pañuelos de una herencia
para el cuello perlas
dijes con cartelitos
que nos recuerden quienes
somos
en la soga
pobre equilibrio.
Poemas de Nueva York
Azul de una noche sin temor del día
El color de la estrella de Belén
no existe acá
porque el color es un sentido extraño
acá digo
donde el olor a frito
me fríe a mí
que soy tan latina
tan poca cosa
en este barrio
donde nada es free
todo paga todo paga
y la sonrisa se acaba
cuando puse el pie
en mal estado
la sonrisa se borra
y hay que resistir la pena
de que te peguen donde más duele
en el color seguramente
y acordarse de Belén
es poder remar un poco
después de ver tanta
mierda en lata
en la torta
por eso el color es importante
para decir soy azul
soy ocre
son naranja
y me voy por la avenida quinta
caminando bajito
sin desentonar
demasiado.
Mi hueco sin ti, ciudad
Una fuga a través de la existencia
mil cuerpos para no morir
Miguel Angel Bustos
Acurruco el corazón
vengo de tan lejos
para dejar escrito
un destino
pata de cabra digo
un sueñuelo para
la buena suerte
es la sensación de vacío
en estas calles donde no soy
mirada
camino sin sentir la piel
me desdibujo
como en un simple truco
de ánimas.
Eso, transparencia, no lo que la mirada ve a través, ni siquiera lo que se ve al mirar, mucho menos lo invisible a la mirada, sino lo que el poema hace evidente, la suntuosidad de lo poco, estos poemas…
Alberto Szpunberg
(El Suri Porfiado - 2009)
Eso que fluye (fragmento)
Sus manos tocan con suavidad
el tallo donde estoy
anclada roza uno a uno
los pétalos que sostienen
toma mi olor como un regalo.
Quiero darte de comer
preparar con sal con agua con tomillo
lo que sabe a mi cuerpo
Brindar con una cucharada de sopa
esto de tenerte
Volverme hogaza
partirme en dos
regar con vino el olor que nos consuma
fundir mi cintura en una olla
Que un chasquido de fuego
ilumine esta ofrenda.
Sobre el calor cocino
habas
saboreo
mi cuerpo vasija
se inunda
fluyen los jugos que derramo
en el aire
el aroma condensa
Una porción de cada uno
será nuestro alimento.
Llega la palabra
desde el papel
cae
pechos como estacas
se yerguen
dejo correr eso que fluye
me voy en jugos, silencio
en lo dicho y
no
Un cuerpo reclama en la distancia
señal que funde la tarde
Curvas ofrecidas como manzana
Soy el centro
jugo y semilla
La palabra
cae.
Entre las olas el pez dice
pude ser caballo agitar
las aguas con mi vientre cabalgar
crin al viento
en mi lomo esa mujer
perdida en sus aguas.
(Ediciones del Cronopio Azul - 2006)
Alba (fragmento)
/Arrastro mujeres en mi río. Vuelven, se repiten. Puedo cruzar
la distancia. No detener el tránsito de agujas. El bordado está escrito en la piel./
/Las madres cosen hijas. Punto por punto. Hay que desenredar los hilos si hay maraña. Mis ojos celestes
como marcas. Señuelos en la tierra oscura./
El vestido se pliega y despliega. Lo blanco envuelve. Es tan pequeño el ojal donde atraviesan sus humores. Religión de una métrica implacable tras el hilván para cerrar la hilera de ojales. Ojitos que la miran llorar de tanto en tanto.
Piecito de metal recorre engarza el pespunte. Arriba, abajo. Pie de niña se detiene y duda. Renquea en su universo de raso. Como una bailarina talón y punta. Forma ciudades. El mundo se despliega. Blanco. Es de plata y brilla en la noche. Hacia atrás, descose el día. Por el mismo camino. Punta y talón. El recorrido se repite. Siempre en el mismo sitio.
Oscilan los ojos tic tac. Las manos tensan. La tela corre bajo el hilo, aguja aprieta, cabalgadura que no cesa el galope quiere escapar la tela siente que puede ir más allá. La mujer sostiene ojos que oscilan tic tac. La lámpara fija. Hay que forzar la vista y el destino. Ella tensa. Lo suficiente.
Una vez vio a su madre llorar. En la cocina se cuecen habas. El padre dice basta voy murió mi madre, no podés venir dejar las hijas el campo lo que queda. Tengo que ir y duele el alma. Ella llora. El delantal en los ojos. La niña, tiesa, detrás de la puerta.
/Murió la abuela y en el pecho un dolor escarba. No es por ella. Mi padre ha llorado. Nunca llora mi padre. La muerte pasó cerca. Atravesó los ojos de mi madre. Una mujer de la familia ha muerto. He dejado de ser inmortal./
Alba, vocales albas que evocan la claridad de la mañana que se abre paso desde qué nocturnidad y por qué sino por la transparencia del poema en cuya trama –sin más trama que la del mero acontecer– se desanuda y desnuda el mundo de los pequeños gestos y las revelaciones terribles, cotidianas. O sea, el mundo, desgarrado hasta lo más mínimo y simple. Abro al azar, palabra también de vocales claras: “Mi hermana y yo éramos un hilo de manos a través de la casa”. Sigo ese hilo y encuentro, me encuentro, nos encuentro: “el vestido respira amanecer”. Sí, yo llegué hasta esta contratapa del alba siguiendo la oscura y clara luz de la palabra, palabra también de vocales albas. O sea, palabras deshilachadas hasta lo más íntimo y balbuciente de la mañana. Basta dar vuelta el libro y reanudar para iluminarse.
Alberto Szpunberg
(Alción Editora - 2005)
El guerrero (fragmento)
La madre
No es posible fingir
Las madres cantan
canciones del ayer
cuando se tienen
cuando no
se despide dolor
y se trasmuta
a otra pesadilla.
La madre acuna al niño
envuelto con espumas
tan suave
tan pequeño
y lo unta con hiel
de sus entrañas
mujer desarrapada
que clava el puñal
en la ranura niño
y lo dispone
para la batalla.
Desasosiego siente
en los pies
en las manos
no puede la caricia
el silencio el llanto
apremian
no hay canto de cuna
en la memoria
gastada
por las culpas de otras
es lo que no quiso
y empuña un niño
como única arma.
El niño
Un pañal cubierto con retazos
se huele en el tiempo
el hedor rompe
la cándida niñez
el campo
regado de amapolas
irrumpe en él
con la vorágine del viento
le hace decir que no eligió
ni talla ni armadura
Sólo el silencio.
Soltar la cuerda que ata
al caballo y andar
el campo afuera
adentro la piedra
donde cabrá el mundo
cortado por la espada
línea por línea.
Urge el deseo
la mano agrieta
debe salir al campo y redimir
al sol al viento
la piel de niño grita
que quiere ser
hombre y se deshace
en los primeros
fluidos nocturnos.
La joven
Los pezones del guerrero
pican
y piensa que no puede
sentir lo que siente
si es un hombre
y el ardor baja
y despierta
su virilidad
La joven
el pelo en la cintura ronda
roza su mirada
como el vuelo de un pájaro.
Riega la tarde con su ardor
en el establo deja de ser niño
un tinte de guerra
se presenta como un frente
su espada
el poder de las entrañas
envaina el cuerpo en ella.
Qué se hace ahora
con el dolor entre las piernas
con la mujer que mira y busca
en este establo
en este cuerpo
preparado tan sólo
para la batalla.
No es posible fingir
Las madres cantan
canciones del ayer
cuando se tienen
cuando no
se despide dolor
y se trasmuta
a otra pesadilla.
La madre acuna al niño
envuelto con espumas
tan suave
tan pequeño
y lo unta con hiel
de sus entrañas
mujer desarrapada
que clava el puñal
en la ranura niño
y lo dispone
para la batalla.
Desasosiego siente
en los pies
en las manos
no puede la caricia
el silencio el llanto
apremian
no hay canto de cuna
en la memoria
gastada
por las culpas de otras
es lo que no quiso
y empuña un niño
como única arma.
El niño
Un pañal cubierto con retazos
se huele en el tiempo
el hedor rompe
la cándida niñez
el campo
regado de amapolas
irrumpe en él
con la vorágine del viento
le hace decir que no eligió
ni talla ni armadura
Sólo el silencio.
Soltar la cuerda que ata
al caballo y andar
el campo afuera
adentro la piedra
donde cabrá el mundo
cortado por la espada
línea por línea.
Urge el deseo
la mano agrieta
debe salir al campo y redimir
al sol al viento
la piel de niño grita
que quiere ser
hombre y se deshace
en los primeros
fluidos nocturnos.
La joven
Los pezones del guerrero
pican
y piensa que no puede
sentir lo que siente
si es un hombre
y el ardor baja
y despierta
su virilidad
La joven
el pelo en la cintura ronda
roza su mirada
como el vuelo de un pájaro.
Riega la tarde con su ardor
en el establo deja de ser niño
un tinte de guerra
se presenta como un frente
su espada
el poder de las entrañas
envaina el cuerpo en ella.
Qué se hace ahora
con el dolor entre las piernas
con la mujer que mira y busca
en este establo
en este cuerpo
preparado tan sólo
para la batalla.
(Alción Editora - 2004)
Ardores en puntillas (fragmento)
Caballos
Mi padre
el caballo
sube al viento
aguacero
soledad
no hay estaño para soldar
melancolías
el caballo es el hombre
hendido en el surco
en la mansa sombra
de su sombra
la codicia del alma
bienhechora
la sed de sal
la del caballo
ensimismado
mancha contra mancha
la tortuosa sensación
del sudor
la boca con espuma
el bridón
mascado con la lengua.
Disimula el hartazgo
la sed
de su semblante
el ser entero se comprime
y distiende
arriba
en el frío corcel
de su alborada
a tientas saca
mansedumbre
rapto de amor
desasosiego
en el caballo
arriba
rinde homenaje
a lo que fue
desintegrado
eterno
en el caballo
ríe
a boca de jarro.
Rechina la montura
en el caudal de piel
en que sumerje
su sensación
tras la cincha que aprieta
panza animal
vientre adolorido
la verija suda amargo
y resiste
resiste en el andar
sin crin al viento
sin mensaje que llevar
un trotecito
un trote
parecido al silencio.
En la boca
el caballo
soporta el tirón
las sinrazones
del de arriba
o esa suavidad
que lleva a girar
es bueno el tirón
el suavecito
en el anca
las burbujas del aire
el ocre del viento
el de arriba
sabe hacerlo volar
desde la boca
por sus piernas
que aprietan
y le dan
ganas de salir
al galope
al galope
como al otro lado
del mundo.
(Ediciones del Cronopio Azul - 1999)
Ha regresado el Caleuche
Esta noche lo han visto los isleños
Los sacerdotes han estado comulgando
Era como un espejismo
Era el espectro fascinante
La más lúgubre maravilla suspendida sobre el mar
Horribles desnucados deambulan por la oscuridad.
Esa noche me encontré
sentada
Al borde de mi tragedia
Sofocada
casi respirando extrañamente
Esa noche
el Riachuelo era el mar más fascinante
Inventé luciérnagas vivas
Esa noche las veredas
eran
los más bellos
jardines.
CON HUMPHREY BOGART
Borrachos de mi adolescencia
Sucios y tambaleantes borrachos
Huelen a asco sobre la plaza
Refriegan el sexo con la mano engrasada
arrancando los santos
prisioneros en su memoria
Canturrean viejas canciones de amor
Letárgica mueca del pasado
que vuelve sobre sí
derritiendo madrugadas
Gastados deambulan
por piedras incomprendidas
rasgando la ola de moralidad existente
Y entre vino y vino
se reencuentran
con Humphrey Bogart y Greta Garbo
amándose
sobre las colinas.
CALEUCHE II
Has venido a vengar tu loba muerta
Has regresado desde el fondo mismo del océano
Los isleños aterrorizados sucumben en la locura
Pobre Chiloé
ya nunca descansará en paz
La más bella niña del lugar
la más hermosa
reemplazará en tu lecho a la pobre loba muerta
Mientras los brujos danzan
renovando sortilegios secretos
En las noches más oscuras
es tu velamen rojo
como la única visión de un ciego.
Frente a la crisis de aquellas creencias hasta ayer evidentes e indiscutibles, la poesía de María Rosa Mó esboza su propia respuesta. “Los profetas han desaparecido / Ya nadie traerá nuevos presagios / Relee los viejos testamentos / las gastadas verdades ocultas / Signos apocalípticos se olfatean en el aire”.
Pero no se trata tan sólo de socavar la letanía retórica de ciertos lugares sagrados –sean cuales fueren– poniendo en evidencia, como lo hace la autora, la ineficacia de esas imágenes para dar cuenta de la existencia y de los acontecimientos ligados a ella. Por los intersticios de esta poética se cuela, además, una voluntad de transformar en cosmos significante el caos producido por semejante derrumbe: “Hay papeles que pueden resucitar / nombres y lugares / que aún pueden resurgir”. Así, en un “mundo que se ha detenido”, en el que “nada conduce a nada”, la memoria se convierte en cuestión de supervivencia. Ella pone en movimiento un verdadero trabajo de resucitación de las palabras que a la manera de restos de un cataclismo o miembros dispersos de un cuerpo vuelven, de esta manera, lentamente a la vida.
Nada mejor, entonces, que este poetizar “contando” para mantener hilvanados los versos contundentes y sentenciosos que avanzan “paso a paso / gesto por gesto”, como escandidos por una respiración casi agónica.
Nada mejor que la sutura de la mueca irónica cosiendo las palabras para que asome con fuerza necesaria el accidentado terreno de este nuevo mundo. Hacia allí se dirige el barco fantasmal de la leyenda del Caleuche: “Ha regresado el Caleuche / Esta noche lo han visto los isleños / Los sacerdotes han estado comulgando…”.
Tristes historias resucitadas (fragmento)
CALEUCHE I
Esta noche lo han visto los isleños
Los sacerdotes han estado comulgando
Era como un espejismo
Era el espectro fascinante
La más lúgubre maravilla suspendida sobre el mar
Horribles desnucados deambulan por la oscuridad.
Esa noche me encontré
sentada
Al borde de mi tragedia
Sofocada
casi respirando extrañamente
Esa noche
el Riachuelo era el mar más fascinante
Inventé luciérnagas vivas
Esa noche las veredas
eran
los más bellos
jardines.
CON HUMPHREY BOGART
Borrachos de mi adolescencia
Sucios y tambaleantes borrachos
Huelen a asco sobre la plaza
Refriegan el sexo con la mano engrasada
arrancando los santos
prisioneros en su memoria
Canturrean viejas canciones de amor
Letárgica mueca del pasado
que vuelve sobre sí
derritiendo madrugadas
Gastados deambulan
por piedras incomprendidas
rasgando la ola de moralidad existente
Y entre vino y vino
se reencuentran
con Humphrey Bogart y Greta Garbo
amándose
sobre las colinas.
CALEUCHE II
Has venido a vengar tu loba muerta
Has regresado desde el fondo mismo del océano
Los isleños aterrorizados sucumben en la locura
Pobre Chiloé
ya nunca descansará en paz
La más bella niña del lugar
la más hermosa
reemplazará en tu lecho a la pobre loba muerta
Mientras los brujos danzan
renovando sortilegios secretos
En las noches más oscuras
es tu velamen rojo
como la única visión de un ciego.
Prólogo por María del Carmen Colombo
Pero no se trata tan sólo de socavar la letanía retórica de ciertos lugares sagrados –sean cuales fueren– poniendo en evidencia, como lo hace la autora, la ineficacia de esas imágenes para dar cuenta de la existencia y de los acontecimientos ligados a ella. Por los intersticios de esta poética se cuela, además, una voluntad de transformar en cosmos significante el caos producido por semejante derrumbe: “Hay papeles que pueden resucitar / nombres y lugares / que aún pueden resurgir”. Así, en un “mundo que se ha detenido”, en el que “nada conduce a nada”, la memoria se convierte en cuestión de supervivencia. Ella pone en movimiento un verdadero trabajo de resucitación de las palabras que a la manera de restos de un cataclismo o miembros dispersos de un cuerpo vuelven, de esta manera, lentamente a la vida.
Nada mejor, entonces, que este poetizar “contando” para mantener hilvanados los versos contundentes y sentenciosos que avanzan “paso a paso / gesto por gesto”, como escandidos por una respiración casi agónica.
Nada mejor que la sutura de la mueca irónica cosiendo las palabras para que asome con fuerza necesaria el accidentado terreno de este nuevo mundo. Hacia allí se dirige el barco fantasmal de la leyenda del Caleuche: “Ha regresado el Caleuche / Esta noche lo han visto los isleños / Los sacerdotes han estado comulgando…”.
(Ediciones del Cronopio Azul - 1989)